¿De dónde estalló tu mirada
con ese brillo que inquieta el alma
y me arrastra a un submundo
de extraña incertidumbre?
Palpitando justo en mi centro.
Palpitando justo en mi centro.
Desbalanceando mi equilibrio,
largamente forjado
en cientos y miles de batallas
perdidas y ganadas.
¿De dónde has venido tú, con tus ojos negros
y tu alma tan blanca?
Quizá de los albores de nuestra historia.
Quizá del recuerdo perdido
en la nebulosa de la eterna medianoche.
Allá donde no fuimos, ni seremos;
porque somos...
Somos uno y somos mil.
Somos dos y somos cien mil.
Donde la Esperanza
nunca cierra sus brazos;
y ella misma nos espera
para albergarnos una vez más.
De allí viniste, corazón puro,
para prodigarme la razón
de seguir sonriendo,
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